Todas las generaciones de padres, han tenido el mismo objetivo para sus hijos ¡que sean felices!  Nuestros abuelos pensaron que se trataba de estrenar cada fecha especial, aprender a leer, a escribir y tener un oficio, nuestros padres apuntaron a que nosotros fuéramos a la universidad y nosotros, además de apuntar a las habilidades duras (adquisición de conocimiento) le apostamos a entregar a los hijos un mundo mágico donde todo es posible y ¡ya!: entretenimiento, tecnología, viajes, etc. Casi de forma instantánea, sin esfuerzo y sin cuestionamientos, probablemente basados en la premisa de “que tenga todo lo que yo no tuve”, “si puedo ¿Por qué no darle lo que quiere?” o, “que pesar que sufra por eso” y, sin darnos cuenta vamos cayendo en excesos que finalmente irán en detrimento de aspectos realmente  importantes para lidiar con la vida real, donde existe, la espera, la frustración, las incomodidades y a veces escasez, así como también existe la necesidad de esforzarse, de soñar, de anhelar, de valorar y de disfrutar el camino para llegar a la meta. 

Así que, ¡Cuidado! con dar a los hijos en nombre de su felicidad, todo lo que piden y en el momento en que lo piden: esta actitud se convierte en un sistema de gratificación inmediata que a la larga es adictiva y, por tanto, un gran enemigo del bienestar, pues el cerebro humano está diseñado para buscar placer y evitar el dolor, así como para repetir cosa que le ofrecen gratificación y evitar lo que causa incomodidad, si a esto le sumamos un mundo donde es posible tener todo lo que se quiere, probablemente tendremos un abomba de tiempo que estallará en cualquier adicción, conductas autodestructivas o un sentido de vida anestesiado por el deseo saciar las necesidades inmediatas y el placer.

Los hijos guiados por el placer, puede que no quieran vivir para nada más y ¿Qué pasará cuando no pueda conseguir lo que quieren?

Necesitamos preparar a nuestros hijos para enfrentar el mundo en la abundancia y en la escasez, ser conscientes de que, en un mundo tan cambiante, lo que cuenta son sus habilidades de adaptación al cambio, inteligencia emocional, responsabilidad, resiliencia y capacidad de trabajo en equipo; como pueden ver, ninguna de estas habilidades se puede construir en el mundo mágico de ¡Lo quiero ya, es para ya, lo tengo ya!

No se trata de no darles, se trata encontrar equilibrio entre DAR Y ENSEÑAR: convirtiendo sus caprichos en verdaderos deseos, en esperas productivas, en un proyecto para el cual puede ahorrar, hacer un esfuerzo, donar algo a cambio de algo nuevo, en fin, preparar para la vida real y ser felices todos, con amor, límites y respeto.   

Autor: Mariana Alejandra Betancur